miércoles, 10 de diciembre de 2008

DIARIOS (Alejandra Pizarnik)


1962

(21 de julio)

Soñé que una mano de alguien estaba en el mismo lugar que vi mi mano cuando el exceso de dicha me hizo despertar.

Lo que no perdono -¿a quién’, ¿en dónde?- es la ruptura entre cualquier estado mio de alegría y otro de pesar. Estar alegre es negarme con todo lo que soy a admitir la existencia del azar, de la muerte, del odio, de la venganza … Me siento inmune, acorazada, protegida por hombres, ángeles y astros. De la misma manera cuando sufro: no hay horror que no se introduzca en mi vasto campo de experimentación lacrimal, y lo que no es horror se transforma, se ennegrece, se oxida, por una especie de ósmosis infernal en la que yo --tocada con un bonete con estrellas- maléfico, conjuro, evoco, las gracias del mundo circundante para que adquieran bordes filosos y daninos. Esto que acabo de escribir no es más que retòrica.

( 12 de Agosto )

Esto que he escrito es la primera versión de mi infierno personal. Lo aclaro para mi propia claridad. Yo no escribo para nadie. Lo haría si se pudieran publicar libros en un papel que matara a todos los lectores. Pero aún así. ¿Cómo llegaría a los que no leen? Porque si hubiera una manera de hacerlos saltar a todos, de exterminarlos tanto como yo deseo, no me detendría ante ningún medio. Hasta les haría sonetos y liras para que introduciéndoselos donde ya saben revienten alegremente en el espacio de unas pocas horas.

Luego quedarás tú, con tu amor imposible, flameante, enardecida, cabalgando un caballo negro, muchacha desnuda irrumpiendo en la playa, de noche, corriendo con el sonido del galope y del mar y del corazón y gritando el nombre de quien amas con una precisión salvaje, hasta que suscites rayos y tinieblas y el abismo abra a tus pies su magnífica boca y todo vuelva al caos primordial.

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